… decía que me contactaría…
Pero mintió, no me contactó: me abordó. En mi propia casa. Apenas tres días después de la partida, tres días en los que estuve recluido leyendo los periódicos, escribiendo cartas a los editores de cada uno de los periódicos que me difamaban, creándome perfiles falsos en twitter y facebook, buceando en la red desmintiendo a la panda de analfabetos que osaba ponerla a mi nivel, que osaba rebajarme al nivel de… de UNA ajedrecista, de UNA. No sé cómo consiguió mi dirección, ¿se la darían en el Club? Apenas sé lo que acaba de pasar en mi casa, no consigo deshacerme de este mareo, de esta turbación… Trato de reconstruir la escena, voy juntando piezas y recomponiendo la imagen de lo que acaba de pasar, pero su olor… el olor de su perfume, tan cerca mía, en mi propio ascensor que parece nunca llegar abajo, ese olor no me deja pensar. Ella sonríe, no la miro, pero sonríe mientras tamborilea la chapa dorada de su bolso con los dedos, con las uñas negras que… ¿acababan de rasgar mi piel apenas cinco minutos antes?. Estoy confuso. Continúa leyendo La partida (parte 3)