Este es el primer relato que subo a la sección “Oniria”.
Como veréis, de eso va, de recuerdos, onirismos y mensajes
que a veces encuentro en mi cabeza
cuando no pienso en nada.
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Íbamos en un tren que apuñalaba la penumbra pegajosa. Era un tren antiguo, de madera oscura y asientos forrados en fieltro granate allá dónde mi mirada enfocaba; y moderno, metálico y pulcro dónde mi vista no vigilaba. La mesa entre los asientos estaba dispuesta perpendicularmente a cómo uno esperaría, con los asientos en dos hileras: una, en la cuál yo estaba sentado, dando la espalda a las ventanas y la otra de cara. Había al menos seis asientos en cada hilera, pero podría ser que fueran diez o doce.